Pequeñas joyas del cine español: "El andén" (Eduardo Manzanos. 1952)
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Cartel de "El andén" (1952) |
La mañana despierta como cualquier otro lunes que no
quiere desperezarse. A través del humo de un café recién servido y por
el gran ventanal de un antiguo Café de Gran Vía, el nuevo tranvía de
Zaragoza realiza sus primeras pruebas. El sonido de su campanilla me
obliga a recordar viejos tiempos, viejas vías pisoteadas por el Coso y
fotografías en blanco y negro de sucios y difuntos tranvías por el Paseo
de la Independencia. Seguramente este nuevo tranvía no pasará para
todos igual y siempre habrá un viejo en el andén esperando ese convoy
que nunca llega. De esta manera tan singular recordé una película que
revisé hace poco tiempo, muy poco conocida por el gran público y que se
encuentra entre lo mejor que he visto en nuestro cine. Filmada y
dirigida en 1952 por Eduardo Manzanos, El andén narra la vida en el apacible y humilde pueblo de Villena desde la visión del Jefe de Estación (Jesús Tordesillas).
La vida del pueblo se concentra en el andén de dicha estación, lugar al
que la gente acude en su tiempo libre para pasear y para disfrutar de
uno de los mayores alicientes del día: ver pasar el Talgo fugazmente,
como una ráfaga, toda una modernidad a la que este pueblo no está
acostumbrado. El Jefe de Estación, don Javier, es la persona más querida
y respetada del pueblo; un hombre bueno y pacificador que cuida de su
sobrina Pilar (Marisa de Leza) y de todo el vecino de Villena que
necesite ayuda. El andén de la estación es el testigo mudo de todos los
acontecimientos importantes y don Javier es esa persona que parece
conocer bien a todos los habitantes de Villena, una figura paternalista
mucho más importante, por ejemplo, que el Alcalde (Juan Calvo).
Pero esta película también nos muestra el temor del desempleo en una
época en que el progreso industrial echa por tierra la mano de obra
trabajadora. Manuel (José Bódalo)
es el cabecilla de estos trabajadores y el pretendiente de Pilar. Este
carretero de profesión advierte el inminente peligro del desempleo ante
la llegada de una empresa demasiado industrializada encabezada por un
encargado llegado de la capital (Fernando Rey). Finalmente Manuel
decide convencer a todos sus compañeros para abandonar Villena en busca
de empleo, a un lugar donde aún se necesite la mano de obra. En una
escena estupenda, don Javier (que ya ha recibido ese mismo día la
inesperada carta de una jubilación no deseada, después de cuarenta años
de servicio) logra convencer a todos esos muchachos, que ya se
encuentran en ruta hacia otro lugar, de que no pueden abandonar su
tierra, esa tierra que trabajaron sus antepasados. Finalmente don Javier
consigue retener a los trabajadores en el pueblo, también afectados por
la inesperada noticia de su jubilación. En ese momento todo el pueblo
decide preparar una fiesta en honor de don Javier en el mismo andén de
la estación. Como agradecimiento, don Javier detiene al Talgo con la
clásica bandera roja para que todo la gente pueda admirar de cerca ese
prodigio tecnológico que solo habían podido ver pasar cada día durante
unas décimas de segundo. Como consecuencia la compañía sanciona a don
Javier y lo expulsa antes aún de que llegue su relevo preparado para su
jubilación.
Los hechos se suceden como la vida en Villena, sin prisa. La historia navega en las mismas aguas que Calabuch o Bienvenido Mister Marshall
y se desarrolla preparando al espectador para un final absolutamente
conmovedor. Una de esas pequeñas joyas del cine español que merece la
pena revisar con un reparto inigualable: Jesús Tordesillas, José Bódalo,
Fernando Rey, Marisa de Leza, José Luis Ozores (ayudante de don Javier)
Miguel Pastor Mata (el cura) y Juan Calvo.
Algunas imágenes tomadas de la web
Lady fils trup.
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Cartel posterior |
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